Sugar baby. Lees ese término y seguro que te da roña; piensas en una mujer abusiva que aún no se consagra como gold digger porque todavía no atrapa a un hombre millonario para casarse con él. Hace años que escribí mi experiencia (un trabajo de campo al principio en 2017) y puedo decir que cuatro años después, las cosas se han salido de control debido a la crisis global que atravesamos, dejando a la sugar baby como la única villana. NOT.FAIR. Por DAFNE RUIZ (@its_dafne_bitch)
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No es que no nos guste trabajar
En Tinder y Bumble me topé con hombres que tienen en su perfil: “¿Buscas sugar daddy? Ponte a trabajar, floja”. Esos seres no tienen ni p*ta idea de cuál es la dinámica. A una sugar baby le gusta la buena vida. ¿Qué hay de malo con eso? Las universitarias no cuentan con los recursos, mientras que las más maduras trabajamos, pero NO.NOS.ALCANZA. ¿Sí sabes que incluso desempeñando un alto puesto, las mujeres ganan menos que sus contrapartes masculinas? La flojera no es parte de nuestro MO.
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Más allá de la manutención
La temida mensualidad o ayuda económica ha sido el centro de todo este lío precisamente porque necesitamos el dinero (sobre todo si eres freelance como yo). Sin embargo, la mejor manera de ayudar a una sugar baby es con mentoring y networking. Por supuesto que no cualquier daddy puede hacerlo. Tiene que ser un chingón; exitoso, driven, bien conectado y sobre todo, que reconozca tu potencial en tu campo. Él te ayuda a crecer porque quiere estar con una chingona y lo que nos faltan son oportunidades.
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Una subar baby no es una escort, mucho menos prostituta
El tema del sexo es bastante delicado. A estas alturas he recibido ofertas ridículas (por la cantidad que proponen) de “cuánto por una noche”. Vaya, si eres Robert Redford en Indecent Proposal y me ofreces un millón de dólares (o ya de pesos) en un minuto pido mi Uber (Black SUV). Yeap, todos tenemos un precio. Lo triste de la realidad es que no es el caso, hay babies que terminan por aceptar lo que sea. Como si un freelance abaratara su trabajo por la competencia y sobre todo por la necesidad.
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La doble moral de los sugar daddies
“A mí no me gusta dar dinero, prefiero consentir”. El típico hombre que se siente mal por “pagar” por compañía. Hace unos meses leí en Slate el artículo: ‘Sorry, Men, You Can’t Have an Affair for Free’. No importa que el daddy esté soltero o casado, hasta poner el cuerno (o sea, tener una amante) CUESTA. Ningún problema con los regalitos y los viajes, pero si tu baby prefiere una transferencia para ahorrar o cumplir otros objetivos, entonces se limita lo demás para acordar una cifra razonable. End of story.
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Olvídate de aspirar a ser sugar daddy si…
Crees que por ser proveedor vas a poder tratar a tu baby como se te de la gana. Crees que solo pagando el manicure e invitándola a un restaurante en Polanco ya estás cumpliendo. Crees que forzosamente va a haber relaciones sexuales cuando se te antoje. Crees en el regateo. Puedes o no puedes, that’s all. Ahorra tiempo valioso para ambos. Eso no es azúcar sino Splenda… o hasta sal.
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