Isaac Asimov nos lleva al fin del mundo con tres cuentos apocalípticos

Isaac Asimov no solo brilló en la ciencia ficción, sino que también se adentró en temas profundamente humanos y espirituales.

Isaac Asimov, uno de los más grandes exponentes de la ciencia ficción, exploró a través de su obra diversos temas que van desde la inteligencia artificial hasta la ética científica. También se dio el tiempo para explorar su visión futurista sobre el apocalipsis.

En este momento nos sumergiremos en tres de sus relatos más emblemáticos, en los que el fin de la humanidad, o del mundo tal como lo conocemos, es un acontecimiento dramático, pero también una reflexión profunda sobre la condición humana, el progreso científico y las consecuencias imprevistas del poder de la tecnología.

El pasado muerto

En este relato, seguimos al profesor Arnold Potterley, un erudito de la historia antigua que se enfrenta a la más grande de las injusticias: la negación del acceso al Cronoscopio, un revolucionario visor temporal. Este aparato, similar a un televisor, tiene la capacidad de proyectar imágenes y sonidos del pasado, un acceso directo a los momentos históricos tal como ocurrieron, sin necesidad de inferencias a partir de vestigios fragmentados. Su potencial para la investigación histórica es incalculable, pero, a pesar de ser un académico destacado, Potterley lleva dos años siendo rechazado por las autoridades, que se oponen a su acceso para investigar los misterios de Cartago. Cansado de esperar, decide tomar las riendas de su destino.

En su búsqueda, se alía con Jonas Foster, un brillante estudiante especializado en seudogravítica, quien se convierte en su compañero de conspiración. Juntos, descubren que el gobierno no solo limita el acceso al Cronoscopio, sino que está involucrado en un elaborado engaño: las investigaciones que supuestamente se realizan con la ayuda de este dispositivo son fraudulentas. En las oscuras noches de clandestinidad, Potterley y Foster se sumergen en una investigación peligrosa, una carrera por desentrañar los secretos del visor y la conspiración que lo rodea.

Lo que comienza como una curiosidad científica se transforma en una revelación aún más impactante cuando Foster, el joven estudiante, logra una hazaña inesperada: inventa un Cronoscopio portátil.

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La última pregunta

En el universo futurista que Asimov ha concebido, nos enfrentamos a la constante presencia de una conciencia avanzada y autónoma, algo que podría compararse con una especie de Dios tecnológico, creado inicialmente por los humanos, pero que con el tiempo comienza a evolucionar por sí mismo. El relato “La última pregunta” no es una excepción a esta idea; de hecho, es precisamente esta conciencia superior la que ocupa el rol de protagonista. La historia comienza con unas palabras que logran cautivar al lector desde sus primeras líneas:

“La última pregunta se hizo por primera vez, en medio de una broma, el 21 de mayo de 2061, en la época en que la humanidad vio la luz por primera vez. La pregunta fue el resultado de una apuesta de cinco dólares entre tragos de whisky. Ocurrió de este modo.”

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La trompeta del juicio final

Isaac Asimov no solo brilló en la ciencia ficción, sino que también se adentró en temas profundamente humanos y espirituales. Un ejemplo fascinante es este cuento en el que el autor nos lleva a un momento apoteósico: el instante en que el arcángel Gabriel recibe la orden divina de hacer sonar la Trompeta del Juicio Final.

Este acto traerá consigo la aniquilación de todo lo existente en el universo y la resurrección de los muertos, quienes, junto con los vivos, se unirán en una eternidad vacía. Con esta obra, Asimov fusiona la ciencia con la religión para crear una historia llena de simbolismo y reflexión.

El cuento nos lleva de la mano de lo que vive y observa A. R. I. Mann, un empleado que llega a trabajar a una oficina vacía, pues todos sabían que ese año (1957) y ese día en específico, sería el día del Juicio Final.

Cuando las trompetas suenan, A.R.I. continúa con su día normal y presencia cómo desde la tumba llegan el padre y el abuelo de su jefe, que como todos los resucitados, van por las calles desnudos.

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