Liam Lawson llegó a Red Bull como una promesa, pero en poco tiempo su paso por el equipo se convirtió en un quebradero de cabeza. El piloto neozelandés, quien se convirtió en uno de los debutantes más efímeros en la historia de la F1, dejó un rastro de errores y decepciones que terminaron con su despido. Pero, ¿qué salió mal?
Un desafío demasiado grande para un novato
Red Bull le dio a Lawson solo dos Grandes Premios para demostrar su talento. Una oportunidad que, a primera vista, parece injusta para alguien con solo 11 carreras de experiencia en la F1. Su debut en el Gran Premio de Australia en marzo fue, sin lugar a dudas, un salto a lo desconocido. El problema no estaba solo en el piloto, sino en un coche muy difícil. Mientras Max Verstappen parecía tener la clave para manejar el RB21, Lawson no logró tomarle la medida. Esto confirma que el verdadero problema de Red Bull no era encontrar un buen compañero para Verstappen, sino lidiar con las carencias del propio coche.
Falta de humildad y arrogancia en el circuito
A la hora de asumir el rol de segundo piloto, Lawson mostró más arrogancia que humildad. Al reemplazar a Sergio “Checo” Pérez, el octavo piloto con más experiencia en la historia de la F1, el joven neozelandés se sumergió en una batalla con su compañero de equipo. Su actitud desafiante en la pista, como en el Gran Premio de México, cuando dañó el coche de Checo y le hizo un gesto de desprecio, fue un claro reflejo de esa falta de madurez.
Resultados por debajo de las expectativas
En definitiva, Lawson no estaba listo para el desafío. La distancia con Verstappen fue abismal. Lo que realmente preocupaba a Red Bull no era solo el lugar que ocupaba en la parrilla, sino la falta de evolución en su conducción. Desde su primera salida en Bahréin, su rendimiento fue en picada, y en cada vuelta rápida cometía los mismos errores, sin mostrar signos de mejora. Sus reacciones bajo presión fueron de mal en peor.
La confianza se esfumó
Liam Lawson tiene talento. Sin embargo, subestimó el reto al que se enfrentaba. En el momento en que comenzó a ver que no podía manejar la situación, su confianza se desplomó. El fracaso, especialmente cuando no sabes cómo solucionarlo, puede ser devastador, y Lawson lo experimentó en carne propia.
Honda y Tsunoda
Uno de los elementos que jugó en contra de Lawson fue la competencia interna con Yuki Tsunoda, cuyo vínculo con Honda puso a Lawson en una posición difícil. Si bien ambos pilotos no fueron tan distintos en las pruebas de Red Bull, Tsunoda había sido respaldado por Honda desde su llegada a la F1. Red Bull, por su parte, había apostado por Yuki por una cuestión de conveniencia estratégica, dado el compromiso con Honda, que sería su proveedor de motores hasta 2026. Tsunoda, aunque rápido, tiene fama de ser inconsistente, pero su relación con Honda le daba un respaldo que Lawson no tenía.
La realidad de la situación: el problema no era Checo, era el coche
El verdadero problema no era el rendimiento de Checo Pérez, sino las características del coche. Red Bull se dio cuenta de que con un piloto como Lawson, el equipo no tiene opciones de luchar por el campeonato de pilotos. En un par de carreras, quedó claro que no había signos de mejora. Además ahí está la frialdad de los datos que no respaldan al piloto nacido en Nueva Zelanda.
En conclusión, lo que parecía ser una oportunidad dorada para Lawson se convirtió rápidamente en una pesadilla. El joven piloto no estaba preparado para el desafío de Red Bull, y al final, la escudería tomó la decisión de enfocarse en el futuro con una estrategia más coherente.