El único encuentro cercano que tuvimos con Urano se produjo gracias al paso de la sonda Voyager 2. Tardó 8 años y medio en alcanzarlo, llegando a 81 mil 500 kilómetros de distancia del cuerpo celeste. Era el 24 de enero de 1986.
Todos los datos registrados en esa ocasión fueron enviados de regreso a la Tierra y luego de 3 horas de viaje finalmente fueron recolectados por la Red de Espacio Profundo de la NASA. Ahora, casi 40 años después, todavía estamos estudiando esa información y nos sigue arrojando sorpresas.
Los océanos de Ariel y Miranda
La idea cada vez más concreta que sugieren las grabaciones de la Voyager es que las lunas de Urano, llamadas Ariel y Miranda, están formadas por vastos océanos subterráneos. Esta característica estaría oculta en las partículas liberadas por esos objetos en el sistema de Urano y encontradas por la nave espacial.
“No es raro que las mediciones de partículas energéticas sean precursoras del descubrimiento de un mundo oceánico”, dijo en un comunicado el autor principal del estudio, Ian Cohen, del Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins.
“Hemos estado argumentando durante algunos años que las mediciones de partículas energéticas y el campo electromagnético son importantes no solo para comprender el entorno espacial, sino también para contribuir a la investigación planetaria científica más amplia”, agregó.
Se han observado características similares alrededor de Neptuno y las lunas Europa y Encelado de Júpiter y Saturno, respectivamente. Sin duda, un gran paso en estos estudios lo daría una nueva misión a esa parte remota del sistema solar. El problema es que no se tiene nada por el estilo programado para los próximos 10 años.
Vía Esquire It