Hollywood trató de convertirlo en un rompecorazones, considerándolo el más guapo de los Chrises. Pero mientras todos lo daban por sentado como un hombre agradable con una sonrisa de 1000 kilowatts y protagonista de distintas franquicias, Chris Pine estaba descubriendo qué tipo de hombre quería ser en realidad. Tras 20 años de trayectoria, estuvimos con él en su hogar, situado en las colinas de Los Ángeles, donde Pine nos revela los planes que tiene en mente para los siguientes 20 años.
Pero primero, ya lo entenderán, una visita al sauna.
“Ok, un poco de cedro”, dice Chris Pine. “Aquí vamos. Romero”.
Un lunes por la mañana en las colinas de Hollywood. Estamos en el sauna de Pine, un cubo de madera y cristal cerca del límite de su propiedad. Chris con una barba ligera con toques grisáceos, usando solamente unos shorts naranjas y agarrando botellas y colocando aceites esenciales en una chimenea alta con piedras calientes que crean el ambiente perfecto.
“Ah, sí, las hojas enoki”, dice. “Esas son las mejores”. Chris mira el termómetro: 48 grados y en aumento. Toma un ramo de hojas para moverlas en el aire mientras me explica, pero no son las típicas hojas, aunque también tiene unas menos exóticas. Mueve el aire a su alrededor. Después se acomoda en una banca a mi lado, en una sentadilla de yoga impresionantemente profunda, con su trasero en sus talones.
El aire en mi boca se siente como un algodón de azúcar. Busco el agua en el congelador que me ofreció minutos atrás. “Si sientes que sabe raro”, dice Chris, “es porque puse una hoja de té de cebada”. Las probó por primera vez en un restaurante coreano: y ahora es un fanático del té de cebada. Se ha convertido en parte del proceso del sauna. Chris disfruta mucho de este proceso, preparándose un espresso al costado del fuego. “Me gustan todos los rituales”, confiesa. “Incluso puedo ir a una misa católica porque me gusta la estética. Y un sauna es todo un ritual. Se trata de darte un tiempo donde no hay nada que hacer más que purificarte, relajarte, limpiarte, y comenzar de nuevo”.
Sudamos, nos relajamos y nos desintoxicamos durante 20 minutos, hasta que el calor se volvió intolerable, después fuimos a la alberca del exterior –solo para dar un chapuzón, un shock de temperaturas para el sistema nervioso central– y terminar con otro chapuzón de agua fría, en un barril que se siente como si el agua estuviera a punto de congelarse y que está fijo al piso. Así es como Chris, de 42 años, lo hace todos los días, solo que esta vez lo estamos haciendo por la mañana, y prefiere hacerlo en la tarde, sudando las acumulaciones físicas y mentales del día. Estar expuesto al mundo lo obliga a “experimentar un cansancio emocional y físico, así que necesito de unas horas de sueño, de sauna, de lectura, y pasar un rato en el jardín”.
Cuando está solo en el sauna, Chris hace estiramientos o escucha a un podcast pero como estoy aquí, hablamos de su último gran momento en el mundo exterior: la gira de prensa de Don’t Worry Darling que pareció tranquila pero no lo fue, consumido por comentarios telenovelescos cuando se estrenó el filme en Venecia en septiembre del año pasado. “Si había drama es porque había drama”, dice Chris respecto a las grabaciones para que todos estén al tanto. “No sabía absolutamente nada y tampoco me hubiera interesado. Si me siento mal es porque las críticas que la película recibió fueron sacadas de proporción con lo que ocurría dentro de la pantalla. En Venecia ocurrieron cosas normales que se vieron afectadas por lo que las personas deseaban que ocurrieran, sumado a la metástasis que puede ocurrir en el universo de Twitter. Fue algo ridículo”. Chris habla muy bien de Olivia Wilde y Harry Styles (“Es un chico muy dulce”), y ama a Florence Pugh -con quien trabajó por primera vez en el 2018 en la película Outlaw King- “hasta la muerte”, y mantiene firmemente que nadie le escupió a nadie.
Y esas fotos de Chris distraído durante la conferencia de prensa en Venecia, las que la gente convirtió en memes imaginándolo haciendo reconsideraciones de todas las decisiones de su vida, tratando de proyectar su conciencia lejos de la tortura que –supuestamente– estaba experimentando por las promociones de Darling. “Todos los memes que vi de mi rostro me hicieron reír”, dice, especialmente el que decía, “Yo en una llamada importante de Zoom viendo a mi gato vomitar en el sillón”. Pero jura que solo estaba admirando el cielo del Palazzo del Casino, sufriendo de jet lag. “A veces las preguntas no son tan interesantes”, aclara, “simplemente te distraes y terminas viendo al techo, porque es sencillamente hermoso”.
La narrativa desenfrenada de Darling implicó que nadie hablara acerca del papel magnífico de Chris como un líder de culto moderno, retomando su carisma natural como algo tóxico y amenazante para una película acerca de la masculinidad regresiva. Es el último de muchos de los filmes de Chris Pine donde simultáneamente personifica e interroga una idea antigua de la hombría cinematográfica, contrastando el pasado con los valores del presente. Comencemos con su papel como James T. Kirk en Star Trek del 2009 -con el swag de Shatner, infusionado con vulnerabilidad e incluso ironía. Puedes verlo más claramente en sus dos películas de Wonder Woman, en particular la alocada y poco comprendida Wonder Woman 1984. Aquí, Chris se convierte en Steve Trevor –seguro entre los cinco hombres más lindos de las comedias– para ser un personaje real, alentador y comprometido, y lo suficientemente seguro de su propia masculinidad para enamorarse de una mujer amazónica que puede partirlo a la mitad.
Chris siempre está dispuesto a salirse de la zona de franquicias de héroes, y emocionado de irse a terrenos más oscuros (como en Hell or High Water, probablemente la mejor película que ha hecho, donde es un perfecto protagonista, sudoroso y perseguido, escapando de las redadas de la policía con una herida de bala cubierta con cinta adhesiva) o desafiando las predicciones por completo (cantando una melodía de “I’ll be Seeing You” y “I’ve Grown Accustomed to Her Face”, con Barbra Streisand en uno de sus álbumes de duetos). Algunos directores han notado esto y le han dado papeles de acuerdo a sus aptitudes; Patty Jenkins lo quería para Wonder Woman después de verlo interpretar al príncipe de Cenicienta en Into the Woods. Aunque en su mayoría siguen ofreciéndole papeles que requieren un tipo de Chris Pine definido por Captain Kirk, Jack Ryan, y el resto. Una idea antigua de Chris Pine.
“El material que me interesa no siempre es el tipo de material que me ofrecen”, cuenta. “Y hay un límite de lo que puedo hacer en términos de contactar a los escritores y directores que me gustan, o decirle a mi representante lo que quiero hacer”.
Este mes, Pine está en otra película de gran presupuesto (la saga con altas probabilidades de convertirse en franquicia, Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves, donde es tan encantador como puede ser en pantalla, y tal vez más con una vibra más relajada), pero también se está preparando para tirar los dados con un proyecto personal que podría cambiar el curso de su carrera, o tal vez no.
“Estamos en un negocio basado en percepciones y me recuerdan que cómo me conozco, me percibo y me siento es distinta al punto de vista de la industria, y lo mismo ocurre con los artistas y creadores con quienes me interesa trabajar”, confiesa. “Supongo que creen que mi capacidad para suscitar interés tiene un límite”.
Salimos del sauna, nos dimos el chapuzón, gritamos groserías, tomamos unas batas y nos dirigimos a la casa principal para secarnos. Chris la compró en el 2010 por supuestamente 3.1 millones de dólares, que pagó por 204 metros cuadrados de construcción y 1.5 acres de privacidad después de que se desató la locura de Star Trek. A parte de la alta pared de color blanco del Observatorio Griffith a la distancia, no puedes ver la casa de nadie desde su propiedad. En algún lugar dentro de los acres de Pine, tiene cuatro filas de viñedos cultivándose y se asegura de que regrese a casa con una botella de Fine Pine Wine, “el Ms. Sauvy B” del 2021.
Estoy aquí para hacerle preguntas a Chris Pine acerca de Chris Pine, pero cruzamos el campo hacia la puerta principal y hay varias cosas que Chris Pine quiere saber de mí. “Hago preguntas muy intensas”, me advierte y resulta ser verdad. Cuando salgo de su casa, le habré contado por qué escribí mi primer libro, por qué dejé la universidad, lo que significa uno de mis tatuajes y dónde estaba cuando ocurrió el ataque del 11 de septiembre.
Ben Foster, quien ha hecho tres películas con Chris, incluyendo Hell or High Water, dice que es “una de las personas más interesantes que he conocido”. Lo que Chris quiere saber de mí ahora es si me gustó Dungeons & Dragons, porque cuando nos reunimos para esta entrevista, soy una de las pocas personas que la ha visto. Cuando le digo que me gustó, me pregunta: “En la escala del uno al 10 ¿qué tanto te gustó?”. Le digo que le daría un ocho, algo que Chris parece aceptar. Quizá es más un nueve –genuinamente divertida en maneras que no esperarías de una película de acción basada en un juego de roles– pero no quiero que Chris piense que solo lo adulo.
De niño, yo jugaba mucho D&D. Es un juego con una vasta mitología y 10 millones de reglas quisquillosas; la parte más divertida es sentarse en una mesa con tus amigos haciendo chistes tontos acerca de lo que está ocurriendo, y Honor Among Thieves es la primera adaptación de la pantalla de D&D que captura eso. Después de más de una década donde Games of Thrones definió sin dudas lo que es una fantasía heroica, la comedia era la única dirección que podía llevar este material, pero los directores y escritores Jonathan Goldstein y John Francis Daley logran un delicado balance, esquivando la solemnidad y al mismo tiempo evitando ese estilo que todos conocen, donde todos los personajes hablan como si estuvieran contando chiste tras chiste.
Pine interpreta a Edgin, un intrépido laudista que forma un equipo de inadaptados para rescatar a su hija y a un peligroso artefacto mágico de las manos de un ex miembro que se ha fugado con ambos. Pine ya había interactuado con la comedia, pero esta es la primera vez que uno de sus filmes ha dependido tanto de su precisión cómica. “Hasta que trabajamos con él, no nos habíamos dado cuenta de lo gracioso que es”, dice Daley.
“Cuando eres así de guapo, creo que muchos de los actores se sienten incómodos de ser la fuente de diversión de otras personas”, explica Goldstein. “Pero ese no es el caso de Chris”.
“Acepta con mucha gracia cualquier momento donde su personaje no es el más masculino”, dice Daley.
Daley y Goldstein han compartido lo que piensan con su estrella protagonista. “Me dijeron: ‘Estamos muy agradecidos de que estés dispuesto a perder tu masculinidad en la pantalla’, y ya”, dice Chris riéndose. “Les respondí: ‘Chicos, esta no es la mejor manera de darme un cumplido’”. Pero entiende a qué se refieren. Disfruta ser el centro de la comedia, pero al mismo tiempo deja que otros actores tengan momentos más atractivos. Por eso le fascinaban las escenas de cambio de imagen al estilo de Ken de los años 80 en la segunda película de Wonder Woman: “Voluntariamente, no quiero verme tan masculino porque no es relevante. Si me hace reír, me hace reír y ya, sin dudarlo. Me gusta hacer tonterías”.
“Kirk también es así”, recalca Chris. “En Star Trek es James Dean, luego entra para conocer a Bones y se pega en la cabeza. Quiero ser capaz de mostrar que puedo ser cool y masculino sin que tenga que ser una competencia para ver quién orina más lejos. Y si es el caso, a veces te orinas el pie y terminas viéndote como un idiota”.
La primavera pasada, Chris se dejó crecer la barba (muchísimo) para una película y la conservó por un tiempo. Asistía a las alfombras rojas, usualmente usando una camisa y un cuello abierto, a veces con un medallón dorado. Si Carly Simon no hubiera escrito esa frase acerca de “Llegar a una fiesta como si estuvieras entrando a un yate”, para quien sea que haya escrito “You’re So Vain”, la pudo haber escrito acerca de Chris Pine en las fiestas allá por marzo del 2022. Se veía como un vendedor de arte europeo muy sexual en su camino a reunirse con Mick y Bianca en el Studio 54. Se veía como el tipo de hombre que la cocaína te hace creer que eres.
“Ese hombre”, dice Pine mientras busco en mi celular unas cuantas imágenes de su fase con barba. “Ese hombre es Gregg Allman en combinación con alguien que viene de una fiesta de Bob Evans”, así es como describe el look. “Definitivamente, aquí me sentía como yo mismo”.
En el interior de la casa de Pine –donde nos calentamos con la fogata, dos hombres en batas– también tiene un ambiente retro. No hay televisiones a la vista, pero se pueden ver libros antiguos en las repisas, viejas revistas Life en la mesa de centro, y viejos discos –Sonny Rollins, Tim Hardin, Roxy Music– en un mueble al costado de la bocina. Brochazos geométricos de pintura llenan los espacios entre las fotos enmarcadas y las pinturas de las paredes, recordando al set de Dragnet con una decoración muy hippie, pero la vibra en general es Serenity Now. Podrías encerrarte solo y dejarte crecer la barba en un lugar así. “Antes de la pandemia”, cuenta Chris, “y en mis 30, cuando festejaba todo, hacía aquí unas fiestas épicas y con muchos invitados”. Pero poscovid “He llevado una existencia bastante monástica y solitaria”.
Los objetos más modernos de la habitación son un par de muñecos Funko Pop de Captain Kirk colocados discretamente en una repisa baja. Tienes dos sentimientos distintos cuando hablas con Chris acerca de Star Trek: la sensación de que todavía siente afecto real por sus compañeros de la nave, junto con una real y humilde gratitud por la experiencia, y también la sensación de que, en la vida de Chris, la franquicia es una máquina masiva, como la misma Enterprise, que vino una vez, lo disparó y lo hizo parte de algo mucho más grande que él, algo que se sintió casi imposible para estar a la altura, y que después lo devolvió a su vida laboral con distintos prospectos y preocupaciones diferentes, y desde el año en que interpretó por última vez ese papel, en Star Trek Beyond, probablemente llegó a un lugar de paz en términos de dejar ir a Kirk.
La primera entrega de Star Trek con Chris salió un año después de la primera película de Iron Man; Beyond se estrenó en el 2016, después de que las mega franquicias de Marvel redefinieron lo que se considera un éxito. Las ganancias de Beyond –de casi 344 millones de dólares a nivel mundial– fueron buenas pero no estuvieron a la altura de los Avengers. “No creo que Star Trek haya sido diseñado para hacer ese tipo de negocio”, explica Chris. “Siempre pensé: “¿Por qué no estamos llamando la atención de este grandioso grupo de fanáticos haciendo una película con un buen presupuesto, en vez de tratar de competir con las películas de Marvel?” Le gustaría retomar el papel de Kirk pero no le sorprendería que Beyond fuera la última. “Después del último estreno no se alcanzó el billón de dólares que todos esperaban, y después Anton -Yelchin, quien interpretaba a Chekov- falleció, no sé, parecía…”. Hace una pausa, mirando a la ventana analizando todo lo que le trajo Star Trek.
No termina su idea, pero unos minutos después confiesa que la franquicia “parece ser que está maldita” –no debería de ser tan difícil descifrar cómo hacer otra película de Star Trek, aun así han pasado seis años. El regreso de Chris y del elenco a la pantalla fue anunciado en febrero del 2022; cuando hablé con el productor J.J. Abrams en el teléfono, la búsqueda por el director sigue en marcha. Abrams es muy vago acerca del filme, incluso para los estándares de J.J. Abrams. “Diría que es la primera vez, desde el reboot original, que tenemos una historia que se siente tan fiel como la primera”.
Incluso esto es nuevo para Chris. “No sé nada”, dice. Que es aparentemente el estándar: “En el mundo de Star Trek, los actores usualmente son los últimos en enterarse. Sé que los diseñadores de vestuario tienen que leer los guiones antes que los actores”. Le pregunto si es raro ser el capitán y saber tan poco acerca de lo que está por iniciar.
“Diría que es frustrante”, cuenta. “Definitivamente no fomenta el mejor sentido de compañerismo, pero siempre ha sido así. Me encanta el personaje, el equipo, la franquicia. Pero para tratar de cambiar el sistema en el modo en que las cosas son creadas, no puedo hacerlo. No tengo la energía”.
Entro al baño, me quito el traje de baño.
En la pared del baño, arriba de un gran Buda de piedra, hay una copia enmarcada de la edición de enero de 1942 de la revista Hollywood, con la actriz Anne Gwynne en la portada con prendas de temática vaquera de Dale Evans. A su costado hay una figura de acción en su empaque original, completado con el ticket de Toys “R” Us, de Sarge, de la serie de los policías en motocicletas, CHiPs.
Anne Gwynne, quien en 1942 podía ser vista junto a Abbott Costello en Ride ‘Em Cowboy, era la abuela materna de Chris. Y el actor que interpretó a Sarge es el papá de Chris, Robert Pine, cuya carrera va desde los últimos días del antiguo sistema de los estudios hasta la era del streaming. Entró al negocio con un contrato universal a mediados de los 60 y apareció hace poco en la miniserie del año pasado de Apple TV+, llamada Five Days at Memorial. Pero ChiPs es todavía su papel más reconocido: seis temporadas, 139 episodios y numerosos finales con las risas congeladas.
Chris Pine nació en 1980. Vivió en Studio City y Valley Village, fue a la escuela Oakwood con la hija de Henry Winkler. Los actores jamás le parecieron mágicos a Chris; actuar era un trabajo. “No me importaba lo que mi papá estuviera haciendo”, dice. “Lo único que sabía es que a veces había trabajo, a veces no, y a veces no había mucho dinero”.
Chris nunca se vio convirtiéndose en ningún tipo de artista. Quería jugar baseball, cuenta, “Hasta que cumplí 13 años y me di cuenta de mi deslumbrante mediocridad”. Después de eso, tenía el empuje –la ambición de ser alguien, lo que fuera– pero sin una meta. “Solo quería hacerlo bien. Así fue como me criaron, para alcanzar el éxito. Pero no tenía enfoque”.
Chris claramente no ama la parte de tener un perfil de celebridad donde tiene que contar cómo es su vida una y otra vez. Es algo demasiado sencillo. El niño tímido que nunca quiso ser un actor comienza a hacer teatro en la universidad, le da una oportunidad a la actuación, y no logra conseguir un papel en dos años –“Esos dos años fueron lo peor; se sintieron interminables”– pero para el 2003 estaba diciendo sus primeras líneas en la TV. Era un chico universitario borracho en la serie ER, y después apareció en CSI: Miami, usando una perforación labial falsa como un patinador engreído a quien Horatio Caine no podía esperar para meterlo a la cárcel. Ese mismo año, lo eligen como el interés amoroso de Anne Hathaway en The Princess Diaries 2, porque en esa época lo que Chris tenía a su favor era que se veía como los resultados de una búsqueda de Google al ingresar la frase “príncipe guapo”. Y a los cinco años de eso, estaba audicionando para el Captain Kirk.
Pero el rápido ascenso de Chris después de Star Trek era solo el comienzo de la parte más difícil. Cumplió 30 años en el 2010, el año en que se estrenó. En unos cuantos meses, estaba en Unstoppable, de Tony Scott, tratando de detener un tren mientras interactuaba con Denzel Washington (Quentin Tarantino más tarde diría que Unstoppable fue lo que convirtió a Pine en su Chris favorito de Hollywood). La fase de estrella de cine de la carrera de Chris había comenzado, pero él se sentía perdido.
“Llamaba a mis 20 ‘La búsqueda a ciegas del éxito’, haciendo todo lo que pudiera tan rápido como pudiera”, dice. “Y me agoté. Desperté en los 30 pensando: ‘¿Qué demonios acaba de ocurrir?’ Era rico, exitoso y tenía todos los objetos ostentosos que marcaban el éxito. Y recapacité: ‘¿qué estoy haciendo y por qué?’. Así fue”.
“Estaba muy deprimido, solo y realmente no vivía el presente”, explica. En la primera de Trek: “Fui muy duro conmigo mismo, superperfeccionista, algo muy calvinista: si no siento dolor, no estoy produciendo nada”. Dice que era una manera miserable de trabajar y era “probablemente una persona miserable que nadie quería tener alrededor”.
No pasó todo al mismo tiempo, pero en cuanto comenzó a verlo, empezó a reevaluar sus prioridades. “Desde los 30 en adelante hice esta decisión consciente de buscar la alegría. No invertir en esta perfección efímera e intangible. Y mientras hago menos y soy más amable, los resultados son mejores y más profundos”.
Incluso como una estrella de Hollywood, a final de cuentas estás a la merced de aquellos que toman las decisiones y están fuera de tu control. Te ven de cierta manera y eso moldea lo que te ofrecen. Así es el trabajo.
Que, de una manera irónica, es la razón detrás de por qué Chris pasó los últimos dos años haciendo una película llamada Poolman, filme de misterio donde interpreta a un limpiador de albercas de un complejo de viviendas de L.A., y que se convierte en un detective encantadoramente tonto. Cuando dejamos de hablar, Chris se pone unos jeans y una playera blanca para conducir a una casa de producción en Burbank, donde hará las últimas correcciones de color de la película, y a las 8 o 9 de la noche, oficialmente habrá terminado su debut directorial.
Patty Jenkins recuerda las conversaciones que llevaron a realizar esta película. Estaban en España, grabando Wonder Woman 1984, riéndose entre tomas. “Era el nombre de este personaje, Darren Barrenman, y su oficio, limpiar albercas”, dice Chris. “Simplemente es algo que me hizo reír”.
Pero Jenkins también recuerda haberle dicho a Chris alrededor de esa época: “Tienes que hacer algo con lo que tienes además de esperar”. “Dijo que sentía como si yo estuviera muy aburrido, que tal vez me sentía sin inspiración, que estaba haciendo lo mismo de siempre”, cuenta Chris. Y cree que Jenkins tenía razón.
Se reunió con un último escritor para desarrollar esta idea de un limpiador de piscinas,
pero terminó escribiéndolo él mismo durante la cuarentena, con su amigo de la vida, Ian Gotler. Se reunieron todos los días, hablaron acerca de los mejores guiones que se han escrito, vieron Chinatown y comenzaron a producirla. El filme que escribieron es como Chinatown, como una desviación de L.A., pero, a diferencia de ese filme, hay una escena donde los personajes se dan cuenta que están en una situación similar a Chinatown y deciden verla en VHS. Poolman comparte el ADN con comedias oscuras como The Big Lebowski e Inherent Vice; Darren es algo entre the Dude y Chauncey Gardiner de Being There. Pero la película es más que la suma de sus influencias. Tiene sus propios ritmos y sus propias preocupaciones. Jamás se siente como un ejercicio. Como diría Harry Styles, se siente como una película.
Cuando Chris le envió a Jenkins el primer borrador estaba sorprendida. “Era una pieza maestra”, confiesa. “No lo podía creer”. Se sumó a bordo como productora. El financiamiento empezó a llegar cuando Chris decidió protagonizarla. Y aunque dice que no concibió el filme como para él mismo dirigirlo, después de que Gotler y él lo escribieron, “No podía imaginarme a nadie más en el papel de director”.
Chris eligió a Danny DeVito como el vecino de Darren, Jack, un director de películas con muy mala suerte. La propia carrera de dirección de DeVito se remonta a Taxi; dice que puede detectar cuando un director novato tiene lo que se necesita. “Solía llamarlo Orson”, cuenta DeVito, como Welles, un niño maravilla. “Como un experto. Enfocado en los detalles. Sabe lo que está haciendo. Una gran visión”.
Annette Bening –quien interpreta a Diane, la esposa de Jack, una actriz que se convierte en analista jungiana– dice que Chris trajo consigo los instintos de un actor. “Sabe cómo susurrar en tu oído, que es lo que casi todos prefieren. Un intercambio silencioso e íntimo”.
Diane y Jack fungen como padres padres sustitutos de Darren. Resulta que la mamá de Chris, Gwynne Gilford, era una actriz que se convirtió en una terapeuta de parejas y familias; en una escena, Jack cuenta una historia sin sentido acerca de una experiencia en un restaurante donde cocinas tu propia comida, y que Chris dice que es una historia similar de su propio padre que le contó durante una visita durante la cuarentena.
“Jack y Diane son versiones de mis padres”, confirma Chris. “En su nivel más profundo, esta película es acerca de un hombre inmaduro convirtiéndose en hombre, tratando de descifrar quién es cuando está separado de sus padres y tratando de descubrir qué será de él si está solo. Hay muchos problemas con los que estaba lidiando cuando estaba creando esto”.
Incluyendo, tal vez, darse permiso de hacerlo todo. Jenkins está convencida de que Poolman marca el debut de “un gran director prolífico. Este muchacho no parará. Esto es quien es. Creo que en esencia es más un escritor-director que un actor”.
Pero cuando le digo que Chris parece sentirse cohibido acerca de presentarse como tal, no le sorprende. Jenkins señala el pasado de Chris, desde sus padres: un papá que hizo más de 400 episodios para la televisión, el modelo de un actor, bendecido durante años con unos cuantos trabajos estables, jamás consolidándose, ganando dinero un episodio a la vez en Murder, She Wrote, o en L.A. Law, o en Baywatch. “Eso es lo que Chris pensaba que era ser un actor”, dice. “Así que es incómodo para él alejarse de esto para ser una gran estrella de cine, después algo más y llegar a ser un gran artista”.
Hay algo para Chris acerca de estar contento con el lugar que ha ocupado en su carrera –” Soy un actor dispuesto a formar parte de la aventura, estoy feliz de estar aquí”– es un Chris que jamás podrá dejar de ser él. Siempre hay una parte de él que dice: “Soy afortunado de que me ofrezcan cualquier cosa’”.
Sentados en su comedor, envuelto en un acogedor suéter a cuadros, Chris me cuenta que con Poolman terminado, está pensando en sus siguientes dos proyectos: un guion que escribió uno de sus amigos basándose en una idea de Chris, y un guion de alguien más que leyó hace mucho tiempo. Ninguno va tan avanzado como para hablar de él, pero si alguno llega a concretarse, quiere dirigirlo y protagonizarlo. “Y no he leído nada más, en términos de actuación, es lo que más me emociona”, confiesa.
Mientras considera estas nuevas aventuras, hay una voz que dice: ¿Debería estar feliz con lo que tengo? “Ah, claro. Sin lugar a duda. Por la manera en que fui criado, la dinámica de un hogar dominado por una preocupación acerca de si habrá suficiente dinero para mañana o no, sé a nivel celular cómo esa ansiedad me afectó a mí y a mi familia. No puedo creer que pueda tomar unas vacaciones cuando así lo desee. Puedo ir a comer a donde más me guste”.
En cuanto dice esto, lo veo pensando en cómo se leerán esas frases. Dice: “Déjame darte todo el contexto” y continúa: “Siempre me cuidaron bien. Fui a una escuela privada. Pero dentro de eso estaba el sentimiento de escasez financiera. Así que sí, creo que al haber crecido de esa manera me hace –ciertamente –mucho más consciente acerca de lo que tengo y tal vez de lo que necesitaba, y eso no está ligado a la felicidad en sí, pero creo que tiene que ver con la calma que brinda. Puedo poner atención a las cosas que mis papás simplemente no tenían espacio mental para considerar”. Cosas como liberarte, lenta pero de forma seguro, desde un nido altamente envidiable, queriendo ser y hacer más, admitiendo qué es lo que deseas.
“Desde que tenía 21 o 22 años siempre ha sido parte de mí”, dice, respecto a esa idea de ser un héroe. “Durante mucho tiempo, lo personificas, hasta que has estado en el negocio por suficiente tiempo y las cosas comienzan a cambiar. Sentía que las prendas me usaban a mí, pero fue grandioso seguir insistiendo y lograrlo. Después comienzas a moldear a estos personajes y la gente empieza a ver lo que estás haciendo, y tal vez hasta cambiar el prototipo para que realmente se ajusten a quien eres”.
Unas cuantas semanas después de nuestro sauna, veo Poolman con Chris y Gloter en una sala vacía ubicada en las instalaciones de Paramount. Me siento detrás de ellos y aquí puedo decirte lo que es ver a Chris presenciar su propia película, riéndose con Gotler, moviendo su cabeza al ritmo de la música, sintiendo la música de la edición.
Pero sin duda lo que más recordaré acerca de ese día es la ropa que Chris estaba usando, otro atuendo muy al estilo setentero, con un look de mezclilla de pies a cabeza, con unos jeans vintage con corte de bota y una chamarra en conjunto y con unas botas vaqueras, como si fuera un verdadero vaquero que en realidad pasó todo el día viendo sus plataformas petroleras.
Sí, en realidad estaba dándolo todo. Creo que solo puedo pensar en dos personas que podrían lucir este atuendo y una es Brad Pitt.
El otro es Robert Redford, específicamente como un motociclista itinerante en Little Fauss and Big Halsy en los 70, una decepción artística para Robert, pero un gran momento para el traje canadiense.
No estoy sugiriendo que Chris decidió, mientras se estaba vistiendo para su debut directorial, deliberadamente copiar a otra estrella que usó su fama y estrellato para hacer algo distinto, como dirigir (Redford lo hizo por primera vez cuando tenía 43 años, uno más que Chris). Pero si eres Chris Pine y has puesto atención en los últimos años, debes saber que la mitad de todo se trata de verte como el papel lo requiera y lo lejos que esto puede llevarte si lo permites.
Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves se estrenará bajo el estudio Paramount el 30 de marzo en cines de México como Calabozos & dragones: honor entre ladrones, trayendo el legendario espíritu lúdico del juego de rol a la pantalla grande. El elenco que acompaña a Chris Pine está integrado por Michelle Rodriguez, Regé-Jean Page, Justice Smith, Sophia Lillis, Chloe Coleman, Daisy Head y Hugh Grant.