Las películas de ciencia ficción nos suelen presentar un futuro lleno de robots rebeldes que se levantan contra la humanidad, pero The Electric State (Estado eléctrico), dirigida por los hermanos Russo y basada en la novela gráfica de Simon Stålenhag, toma un camino menos explorado. Aquí no asistimos a la guerra entre máquinas y humanos, sino a lo que sucede después de que las máquinas ya han perdido. La lucha por la supervivencia sigue, pero ahora está en manos de una adolescente huérfana, Michelle (Millie Bobby Brown), que junto a un contrabandista y sus compañeros robots, intenta desentrañar el misterio detrás de su hermano desaparecido. Al final, se plantea una pregunta crucial: ¿pueden humanos y robots vivir en paz?
La desconexión de Christopher
En el clímax de la película, Michelle descubre una verdad aterradora: su hermano Christopher está vivo, pero no de la manera que ella esperaba. El magnate tecnológico Ethan Skate ha mantenido su cuerpo en un estado artificial, y lo que queda de él alimenta la red de Sentre, una gigantesca red de control tecnológico. En una decisión desgarradora, Michelle debe desconectar a su hermano, sacrificando la última chispa de su vida para destruir la red que sigue controlando la tecnología y los drones militares.
¿Por qué? Porque Christopher, ahora una especie de conciencia digital, le pide a Michelle que lo deje ir. “Creo que necesito morir”, le dice. Un diálogo conmovedor que encapsula el dolor de una era en la que la humanidad ha tenido que lidiar con sus propias creaciones, por muy monstruosas que sean. Para Michelle, este acto de desconectar a su hermano es terapéutico; un cierre necesario para avanzar en su propia vida. A pesar de la devastación de la guerra entre humanos y robots, ella entiende que, para sanar, debe dejar ir lo que más amaba.
El colapso de Sentre: un nuevo comienzo
Una vez que Michelle desconecta a Christopher, los drones de Sentre se apagan. El mundo entero se entera de los experimentos que se han llevado a cabo con el niño, y la poderosa compañía de Skate se derrumba. Pero la película no nos deja con un mensaje de rechazo total a la tecnología, sino con una reflexión sobre su impacto. Joe Russo lo resume bien: “La tecnología tiene ventajas increíbles, pero también grandes desventajas, como la desconexión humana”. El mensaje subyacente es claro: la clave está en encontrar el equilibrio, en mantenerse conectados con las personas que nos rodean y no sucumbir al aislamiento.
Un héroe inesperado: Cosmo y la esperanza en el futuro
Si bien el final está marcado por pérdidas y sacrificios, hay espacio para la esperanza. Cosmo, el robot que acompañó a Michelle durante todo su viaje, parece haber quedado irreparablemente dañado tras la batalla. Pero cuando menos lo esperamos, y mientras suena “Wonderwall” de Oasis, Cosmo vuelve a la vida. Este momento simboliza la posibilidad de que algo del alma de Christopher aún quede en el mundo, en un destello de electricidad, algo que podría ofrecer una nueva oportunidad para la humanidad y los robots.
Herman: el robot que nunca se rinde
Por otro lado, Herman, el robot que ha sido compañero de Keats, no tiene tanta suerte en la batalla final. Sin embargo, en un giro que mezcla humor y emoción, se revela que Herman tiene versiones miniatura de sí mismo, lo que ofrece una dosis de alivio cómico después del dramático sacrificio de Christopher. A pesar de su condición de máquina, Herman logra mostrar una humanidad única, sobre todo gracias a la relación que mantiene con Keats. La amistad entre estos dos, un humano y un robot, es un recordatorio de que, a pesar de las diferencias, los lazos más profundos pueden surgir de la adversidad.
¿Un futuro en paz?
Al final de The Electric State, el mundo parece haber tomado un paso hacia un futuro incierto. La tecnología, aunque con sus desventajas, no desaparece, pero los humanos y los robots tienen ahora una oportunidad para replantear su relación. La pregunta que queda en el aire es si, finalmente, pueden vivir en paz. La película, en su complejidad y matices, no da una respuesta definitiva, pero sí nos invita a reflexionar sobre lo que significa convivir con nuestras propias creaciones, aprender de nuestros errores y encontrar la humanidad en lo inesperado.
En The Electric State, los hermanos Russo logran crear un relato visualmente impresionante y emocionalmente complejo que trasciende el típico relato de máquinas contra humanos. A través del sacrificio de Michelle y su amor por su hermano, la película nos recuerda que el verdadero reto no es solo derrotar a las máquinas, sino encontrar una forma de reconstruir el mundo, manteniendo la humanidad en el proceso. Un final conmovedor, lleno de sacrificios, pero también de la esperanza de un futuro donde, quizás, humanos y robots puedan coexistir, siempre y cuando no olvidemos lo que realmente importa: la conexión.