El rey esta muerto, larga vida al rey. Solo tenemos que encontrarlo primero. El penúltimo episodio de la primera temporada de la serie House of the Dragon, ‘The Green Council', comienza justo donde terminó el episodio de la semana pasada. De hecho, Viserys ha muerto, dejando un agujero del tamaño de Paddy Considine en House of the Dragon; se extrañará su amabilidad y su confianza fuera de lugar. Pero, ¿será una transición de poder sin problemas? Si lo fuera, esta sería una franquicia mucho más corta.
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Por: Henry Wong Alicent (Olivia Cooke) le cuenta a su padre sobre los murmullos del difunto rey en su lecho de muerte -sobre su esperanza de que Aegon se sentara en el Trono de Hierro- inevitablemente malinterpretándolo en el camino (¡Aegon equivocado, por desgracia!). No es que importe: Otto (Rhys Ifans) y el resto del pequeño consejo ya han estado planeando acabar con Rhaenyra y poner a Aegon, actualmente desaparecido en acción, en el trono. Alicent, después de la distensión del último episodio con su ex mejor amiga, está comprensiblemente dividida, lo que lleva a la pregunta de la semana: ¿Es Alicent Hightower una buena persona?
Por muy frustrante que sea la mala interpretación del sueño, está claro que los productores quieren ganar algo de simpatía para Alicent, quien constantemente coquetea en el terrenos de los super. Claro, suponiendo que ese fuera el deseo de Viserys, ¿podrías culparla por coronar a Aegon? Sería una técnica narrativa más convincente si no hiciera que Alicent pareciera tan estúpida al mismo tiempo. Ni siquiera el amor de una madre puede cegarla del hecho de Aegon es un idiota, que está poblando el Lecho de Pulgas con bastardos rubios. Gran parte de este episodio transcurre de burdel en burdel en busca del jogen rey, para disgusto de su hermano menor, Aemond. La confrontación de Alicent con la Princesa Rhaenys (Eve Best), por mucho la escena más destacada de este episodio, realmente se enfoca las acciones de la Reina. Tristemente, ambas mujeres son víctimas de los planes de otras personas. Alicent espera ganarse la lealtad de la princesa, quien ha sido encerrada sin ceremonias durante la noche, tratando de convencerla mediante la visión de un gobierno pacífico liderado por Hightower. Rhaenys está tan impresionada con la manipulación de la reina como consternada por su desvergüenza; es un ajuste de cuentas para ambos personajes. Finalmente, Rhaenys ayuda a Alicent a ver lo que realmente es: una prisionera. “No deseas ser libre, sino hacer una ventana en la pared de tu prisión”, le dice Rhaenys. Es una buena línea, que ofrece el tipo de melodrama que los fanáticos de la fantasía disfrutan, -y a Alicent, “le cae el veinte”.
Le siguen una serie de revelaciones para el Alicent, que Cooke realmente vende (si algo ha logrado esta serie, es mostrar el joven talento británico). Primero un enfrentamiento con Otto, en el que acusa a su padre de manipularla desde que era una niña. Ha tardado mucho en llegar, y vale la pena esperar por la complejidad adicional. Como señala Otto, Alicent ahora es una maestra manipuladora y, para empezar, la Reina de los Siete Reinos. Otto, finalmente derrotado, saca un cliché calado y garantizado de las relaciones paternales disfuncionales, diciéndole a Alicent que nunca se ha parecido tanto a su madre. Y Alicent no es la única que esá procesando algunos complejos parentales. De camino a la coronación, le aconseja a Aegon que gobierne con justicia, pero el príncipe se ve envuelto en su propio drama. A Viserys nunca le gustó, se queja. Es una afirmación muy creíble, aunque hemos visto poca evidencia a lo largo de esta serie. Hay un momento de incertidumbre que da paso a la incredulidad de Alicent: ¿cómo puede un futuro rey estar tan obsesionado con su padre? Nuestros padres, al parecer, realmente nos joden. No es el tema más profundo, pero es en el que House of the Dragon ha elegido centrarse. Y con la combinación característica del programa de drama cursi e historia fantástica, funciona.
En otra parte, este episodio destaca algunos problemas recurrentes. Estas reuniones del consejo privado, uno de los aspectos más destacados de Game of Thrones, simplemente no funcionan. Las reuniones que trataron sobre asuntos más tensos, con Daemon (Matt Smith) y Rhaenyra (Emma D’Arcy) como protagonistas tuvieron algo de chispa, sin embargo, la reunión de este episodio, la cual ocupa demasiado tiempo, es un asunto triste y sin oxígeno. Simplemente no hay nadie por quien valga la pena para ponerle atención; ninguno de estos personajes está desarrollado. Cuando Criston Cole (Fabien Frankel) golpea a Lord Lyman (Bill Patterson) contra la mesa, es difícil sentir algo más allá de “Oh, ese era el padre de Fleabag”. Y si bien tiene sentido temático tener a Daemon y Rhaenyra fuera de escena, sin darse cuenta de lo que está sucediendo, (aunque, en realidad, ¿no era medio evidente que Viserys no iba a durar mucho?) la falta de Smith y D’Arcy priva de energía este episodio. Sin embargo, el mayor problema al que se enfrenta House of the Dragon es la continuidad. Sus saltos de tiempo han sido suaves con respecto al elenco (algunos de los niños actores han sido un poco desconcertantes), pero la tendencia del programa a presentar y desaparecer giros en la trama es cada vez más problemática. Esta semana, en medio de una debacle sucesoria, el programa presenta una trama secundaria completa sobre la violencia infantil. White Worm, la antigua amante de Daemon, sabe dónde está Aegon y está dispuesta a decírselo a Otto. ¿El precio? Prohibir las peleas de niños (un pasatiempo que Aegon disfruta ver) en el Lecho de Pulgas. Es bueno que White Worm esté en el lado correcto de la historia, pero es difícil encontrarlo convincente, especialmente porque nadie sabía que era un problema hasta este episodio.
Aún así, ese final es bastante innegable. La imagen de Rhaenys encima de su dragón, Meleys, interrumpiendo la coronación es exactamente el tipo de momento memorable que ama este programa. Best retrata a Rhaenys como una realeza herida y resignada que, como un dragón dormido, acaba de despertar en un estado de ánimo atronador. Su enfrentamiento con Cooke, quien se para frente a su hijo tembloroso, es una conclusión satisfactoria para estas dos (no se derrama sangre): madres y manipuladoras enfrentándose. A veces es difícil tomarse demasiado en serio un programa que se basa en dragones para el drama, pero cuando el momento lo merece, es un golpe de dopamina confiable. La próxima semana: el final de la primera temporada de esta serie y, con suerte, la opinión de Daemon sobre el bienestar infantil.
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