‘Love Actually’ tiene una secuela que nunca debió existir

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Love Actually, la comedia romántica sin sentido prefabricada con precisión de relojero suizo para las Navidades de 2003, tiene mucho que explicar. Para empezar: ¿por qué la llamamos romántica, si de romántica no tiene nada? Existe una pseudo secuela que nunca debió haber visto la luz.


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Por: Rafael Galán El final de Love Actually tiene mucho que explicar: ¿por qué se vende como la gran comedia romántica navideña de la primera década del siglo XXI una película en la que las relaciones sentimentales de los únicos personajes de la película que nos importan (Karen/Emma Thompson, Sarah/Laura Linney, Harry/Alan Rickman, Mark/Andrew Lincoln y Karl/Rodrigo Santoro) acaban hechas pedazos y en la que la Navidad es circunstancial, y no un agravante (salvo para Harry)? No nos mires así, piensa solo por un momento que las únicas parejas de la película hubieran sido las compuestas por Martin Freeman-Joanna Page, dos dobles de cuerpo en ¿películas porno? ¿de verdad eso existe?; Hugh Grant-Martine McCutcheon, primer ministro y ayudante amante de las palabras mal sonantes, y Colin Firth-Lúcia Moniz, escritor y musa aspirante a políglota... ¿Ya? Pues eso. ¿A alguien le importan esos personajes? Eso por no hablar de que al interés amoroso del personaje de Liam Neeson (una tal Claudia Schiffer), lo más probable es que la secuestren en algún momento de su relación porque ya se sabe lo que pasa cuando estás cerca de Neeson. Y también sin hablar de cuáles son las chispas que encienden el resto de relaciones: al primer ministro le gusta que su ayudante emplee palabrotas a diestra y siniestra, y el resto de parejas... bueno el resto, salvo Sam (Tomas Brodie-Sangster), que trata de compensar la muerte de su madre enamorándose del amor, así en abstracto (Joanna es una excusa), se basan en la atracción física más primitiva, que sí, que no está mal como principio, pero que no es suficientemente convincente como gran historia de amor (salvo que se haga como en Ligeramente embarazada, que esa sí es una comedia romántica en la que la atracción física lleva a algo más).

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El caso es que Karen asiste a la doble infidelidad de su esposo (doble, porque por un lado está el collar, que es lo que duele más, y luego la traición conyugal bajo las sábanas); Sarah está encadenada a su hermano, del que ya se ocupan expertos en la materia; Karl, se queda con unas blue balls de miedo y sin novia y Mark (Andrew Lincoln) confirma que Juliet, el gran amor de su vida, no va a estar nunca con él (por cierto, una película en la que tu mejor amigo graba a tu novia, luego esposa, de forma compulsiva y tiene cintas de VHS y Beta en casa y encima la acosa con cartelones, como que no es muy romántica que digamos... si el personaje de Mark hubiera arrastrado una pierna, perfectamente se podría haber considerado como una precuela de The Walking Dead). A todo esto, no lo puedes llamar una película romántica. Y, sí, transcurre en Navidad, que esa es otra, pero bien pudo haber transcurrido en Semana Santa, en Halloween o en Cuernavaca. ¿Dónde está el mensaje navideño de todos-somos-buenos y todas esas cosas? De hecho, habría tenido más sentido que hubiera transcurrido en Semana Santa por aquello del sufrimiento. Lo que es el final-final, no tiene mucho que explicar: pasa la vida y pasan las cosas y a unos les va mal y a otros bien. Carpe Diem. Pero resulta que hay una regla no escrita en las comedias románticas (me lo acabo de inventar) y es que una relación puede salir mal al final de la película y no pasa nada, sigue siendo una película romántica (ahí tienes La boda de mi mejor amigo, en la que Julia Roberts se queda sin su chico, es una gran comedia romántica de la que sí sacas algo en claro sobre el amor), pero ¿tres relaciones juntas por el caño? Comedia negra, vale; drama, vale, pero ¿comedia romántica? Por cierto, ¿sabías que es una búsqueda común en Internet '¿Engaña Harry a Emma Thompson con su secretaria’? La respuesta es sí, y nos duele porque seguro que, además, lo hace mientras Karen escucha a Joni Mitchell y ya sabes que las penas con Joni Mitchell son más. La película, para colmo de males, deja en el aire precisamente, esas relaciones que acaban mal. Sabemos que acaban mal, pero no sabemos qué tan mal: ¿cuánto tiempo siguen juntos luego los personajes de Emma Thompson y Alan Rickman, por ejemplo? ¿En serio Sarah se vuelve célibe solo para cuidar a su hermano? ¿Y Karl? Porque podría haber acabado con Karen, a falta de Sarah. ¿Qué pasa con él? ¿Y Mark? ¿Seguirá acechando a Keira Knightly por los siglos de los siglos? ¿No tienes curiosidad por saber qué pasa con ellos?

¿Qué ocurre después con los personajes de ‘Love Actually’?

¿Qué pasa después del final de Love Actually? Pues pasa que Richard Curtis, el director y guionista de este caballo de troya, trató de arreglar el desaguisado trece años después del estreno de la película en cines (que, para el que no lo sepa, no fue especialmente bien recibida por la crítica), volviendo a cometer el mismo error de la película original. Aprovechando una acción benéfica, rodó un corto en el que nos contaba qué le pasaba a los personajes después de la escena del aeropuerto, pero no te lo vas a creer: ¡¡¡deja fuera a los personajes que nos importan!!! Vale, con la excepción de Mark, pero bueno es que él nunca tuvo ninguna opción y siempre tuvo un plan B en la manga.

Juliet, Peter y Mark (Keria Knightley, Chiwetel Ejiofor y Andrew Lincoln): progresan adecuadamente.

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Mark, no te lo vas a creer, cumple su segundo sueño en este valle de lágrimas: es capaz de seguir adelante con su plan B. Paso uno, se deja una barba de seis días nivel Rick Grimes y, paso dos, empieza una relación seria con una top-model, nada menos que con Kate Moss (¡buena suerte, Mark!), con la que pretende casarse. Peter y Juliet, por supuesto, siguen dentro de su casa de muñecas, no vaya a ser que a algún espectador le encantara esta pareja y se encontrara trece años después con que se habían divorciado. Eso sí, la pareja ha decidido no tener descendientes no fueran a salirles más perfectos que ellos.

El primer ministro y Natalie (Hugh Grant y Martine McCutcheon): sobresaliente

El primer ministro ha contraído matrimonio con Natalie -debe ser que eso de las palabrotas no era una pasión pasajera- y es reelegido cinco años después de dejar el cargo, sigue bailando con la misma gracia y teniendo una visión totalmente irreal de la política, como debe ser.

Jamie y Aurelia (Colin Firth y Lucia Moniz): ¡me aburro!

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Después de proponer matrimonio en el restaurante, Aurelia y Jamie tienen tres hijos y están esperando un cuarto. Jamie está agobiado, pero no está claro si por la familia numerosa o porque todavía usa jerséis de cuello alto más gordos que la soga de un ahorcado.

Daniel, Sam y Joanna (Liam Neeson, Thomas Brodie-Sangster y Olivia Olson): ¿en serio?

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O teníamos razón con lo del secuestro o la historia de Daniel con Carol (Claudia Schiffer) no salió bien. Daniel sigue viudo y sin ninguna relación sentimental a la vista. Se pasa los días posando para paparazzis inexistentes en los bancos de los parques de Londres. Sam acaba, obviamente, con Joanna. Se perdieron la pista y reconectaron en Nueva York una década después.

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Y ya está, nada de Karen y Harry. Nada de Sarah. Nada de Mark. Sí, Billy Mack (Bill Nighy) sigue a tope, haciendo ahora versiones de ZZ Top, pero está triste porque su gran amigo Joe (Gregor Fisher) ¡ha muerto! ¿Por qué? ¿Por qué de todos ellos tenía que morir él? Bueno, no es del todo cierto que Richard Curtis no haya dejado caer en estas dos últimas décadas qué paso con Karen y Harry (a través de su mujer, Emma Freud): siguen juntos, pero la relación nunca se recupera del todo. ¿Y Sarah? ¿Qué pasa con Sarah? ¿Mark? ¿Alguien?

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