No cabe duda de que Mauricio Ochmann se ha atrevido a cambiar y a renovarse, tanto en su profesión como en lo íntimo. Hoy se siente cómodo navegando en las aguas del teatro, el cine o la televisión desde cualquiera de sus facetas, como actor, productor, director y amigo de Bulgari. Por: Mario P. Székely Ha caído el sol en la playa de Venice, en Los Angeles, y desde el techo del hotel californiano escogido como base para la sesión de fotos con Esquire, la única luz que queda es la de las lámparas de gas. El fuego danza en cilindros verticales iluminando decenas de rostros; uno de ellos el de Mauricio Ochmann, quien –con su sonrisa–me indica que está listo para platicar, mientras se sacude lo que queda de arena en él tras la sesión de fotos. Al saludarlo le recuerdo que la primera vez que lo vi en el cine, fue en Message in a bottle (1999) de Luis Mandoki, cuando Mauricio tenía 21 años y aparecía en una escena como asistente de Robin Wright (Kevin Costner), periodista obsesionado por averiguar quién era el autor de una carta de amor enviada a altamar dentro de una botella, como si los siguientes pasos de su vida dependieran de ese misterio.
“Saber quién y de dónde soy es algo que traigo conmigo desde que me subí por primera vez a un escenario. Ahora lo entiendo, ha sido una urgencia por pertenecer a algo. Aún recuerdo cuando me vestí del pingüino de Mary Poppins a mis cinco o seis años, sintiendo que era mi guarida mientras en mi casa no entendían el porqué de mi fascinación y mi deseo de crecer para volverme actor”, recuerda Mauricio Ochmann, quien a sus 44 años ha invertido décadas en poder tener acceso a su horizonte interior.
SABER QUIÉN SOY Y DE DÓNDE SOY es algo que he traído CONMIGO DESDE LA PRIMERA VEZ QUE ME SUBÍ A UN ESCENARIO. Ahora LO ENTIENDO. HA SIDO COMO UNA URGENCIA por pertenecer A ALGO
Mauricio fue abandonado cuando era un bebé y no conoció a sus padres. Fue en Washington, DC, que su madre adoptiva, María, y su padre adoptivo, Guillermo, lo llevaron a su casa, a un matrimonio que no duraría mucho. Cuando él cumplió cinco años ya estaba en México, para luego vivir en Celaya, Guanajuato. Su madre se casó con Thomas Ochmann, y de un día para otro ya tenía tres hermanos en la nueva familia. “Hasta el día de hoy no sé quiénes son mis padres biológicos. A mis 18 años de edad busqué que la agencia en Washington me diera señales de mi madre; sin embargo, al enterarme de que no me había buscado, me di cuenta de que lo mejor que podía hacer era dejar un reporte señalando que yo sí lo había hecho. Y aprendí a soltar”. Agrega: “Llegué a un nivel donde me dije: ‘Creo que lo que me tocó es lo que me tocó’. Soy mi propia madre, Soy mi propio padre. Soy mi adulto responsable”, describe mientras se lleva a la boca una bebida gaseosa que salpica entre los hielos, como lo recuerdos incómodos. Si algo le molesta, no se le nota en absoluto. Mauricio Ochmann, cuyos amigos y su familia de cariño le dicen Mau, nos cuenta cómo a los 13 años, abrumado por no sentirse en armonía con su familia adoptiva, pudo reconectar con su primer padrastro. “Con él (Guillermo) sí tuve una relación muy particular (no de padre a hijo), porque terminé siendo yo su papá, pero fue una relación muy bonita. Era como si fuéramos dos hermanos, aunque yo era el hermano mayor. Cuando murió fue muy doloroso para mí. Nos habíamos acompañado en procesos duros para ambos. Agradezco haber podido cerrar ese círculo juntos. Muy bonito”, dice emocionado Ochmann. Me cuenta que actuar se volvió su terapia, un sitio seguro para experimentar y lidiar con sus sentimientos. Cuando a sus 19 años fue parte de la puesta de escena de la obra de Paul Shaffer, Equus, su papel –un joven con un misterio sobre los caballos que cuidaba– lo atrapó de inmediato. “Era tan fuerte todo que había, momentos o funciones de Equus en los que me desconectaba y me dejaba ir. También he tenido momentos de emoción 100% verdadera, incluso de no parar de llorar, como me pasó hace poco en una filmación en España, cuando mi escena solo se trataba de escuchar el monólogo de una actriz y, estando allí, fue un momento que me disparó varios sentimientos. Cuando me sucede algo así, no me lo cuestiono, sino que lo vivo, dejo que fluya”, explica Mauricio.
Mauricio Ochmann me habla de cómo el arte ha sido también su cura, algo que se deriva de una irrupción temprana en el alcohol, cuando tenía apenas nueve años de edad, para luego poner en peligro su vida debido al consumo de drogas. “Yo no vivía, sobrevivía. Sobrevivía a mis circunstancias, al día y a lo que me iba pasando. No me la pasaba nada bien. Las sustancias me adormecían todo lo que sentía. Hasta que ya no me funcionó. Llegó un momento en que mi cuerpo, mi mente y yo estábamos emocionalmente destruidos, hasta que levanté la mano y pedí ayuda. Hubo algo dentro de mí que me dijo: ‘Mau, ¡te vas a morir!, ¿por qué no intentas vivir?’. Algo resonó en mí y así lo hice. Dije: ‘¡Quiero vivir y quiero vivir bien!’ Y así fue”. “Puedo decir que me rescaté a través de mis hijas, Lorenza y Kailani. Sobre todo, de la más grande… Mi niño interior estaba muy ‘madreado’ cuando nació Lorenza y a raíz de su nacimiento todo comenzó a revolucionarse. Me dije: ‘Voy a hacer lo que tenga que hacer para ser la mejor versión de mí mismo’, y a través de mi hija fui sanando varias partes de mi infancia”. Hoy en día, Ochmann es portador de buenas noticias y trae muchos proyectos en puerta, otros en proceso y algunos más por estrenar. Una fan lo reconoce en la terraza del hotel donde nos encontramos y le pide tomarse una foto con él. Lo saluda en español y Mauricio no duda al momento de acceder a tomarse la foto. “Hoy por hoy te puedo decir –tras 15 años de terapia– que estoy muy conectado conmigo mismo. Me siento en una etapa de paz. Sin prisa, tranquilo. Disfrutando mi presente, mis hijas, mi vida. Sin prisas de llegar a un lado. Me di cuenta de que la felicidad o la satisfacción no está en cómo le vaya a un proyecto, sino en cómo lo vives”. Lo mismo, piensa, sucede en el tema personal y menciona a Lorenza de 18 años, de su matrimonio con María José Vallejo, y a la pequeña Kailani, su hija con la actriz Aislinn Derbez, de quien se divorció, como dos de los ejes de su vida. Con sus dos exparejas mantiene una excelente relación.
Como parte de la evolución de sus procesos emocionales, también se reencontró con la escritura. Recuerda cómo esto le gustaba desde niño. “Un día llegué con mi maestra Ericka Bañuelos y me recomendó el libro The artist way, de Julia Cameron (libro que se preocupa por conectar el crecimiento espiritual con la disciplina artística) y me puse a hacer los ejercicios. Uno de ellos era escribir tres páginas diarias, sin importar qué surgiera. Una mañana, al bañarme, de pronto se me ocurrieron unos versos. Salí y los escribí. Al llegar con Ericka se los enseñé, le pregunté su opinión y me respondió que había escrito mi primera canción”, recuerda Ochmann sorprendido; su hallazgo lo llevó a componer ya 13 canciones. Hace poco anunció su participación en el proyecto musical Actuando en vivo. Mauricio no ha variado su barómetro de optimismo mientras está frente a mí y es ahora cuando traemos a colación sus papeles en comedias románticas muy exitosas como A la mala (2015), Ya veremos (2018), Ahí te encargo (2020) y ¡Qué despadre! (2022). Juan Carlos Lazo, quien fuera director general de 20th Century Fox México, describe el carisma de Ochmann: “Trabajé con Mauricio en una de sus primeras cintas mexicanas, 7 mujeres, 1 homosexual y Carlos (2003). Él es uno de esos raros casos de actores en los cuales ves cómo sus personajes se han nutrido de sus experiencias de vida, así como de su experiencia en teatro, cine y televisión”. Cuando platico con directores o compañeros actores que han trabajado con él, no dudan en desplegar todo su arsenal de cariño y elogios. “Mau es un líder solidario, amoroso y divertido, y un actor profesional con un corazón gigante. Pocas personas en la industria como él”, dice la actriz Sandra Echeverría (¡Qué despadre!), mientras que Ana Serradilla, quien fuera su esposa en Mirada de mujer el regreso afirma “Él simplemente es. Llega, hace lo suyo y cautiva, la magia sucede. Es generoso delante y detrás de cámaras y así lo es con el público”. Compartiendo la pasión por las motocicletas, Omar Chaparro y Ochmann se volvieron entrañables al filmar ¿Y cómo es él? (2022), por lo que Chaparro no duda en decir: “Mau conecta con el público, porque es un tipo muy talentoso, con un hermoso ángel. Es dedicado, disciplinado y profesional”. El propio realizador Pitipol Ybarra, quien reunió de nueva cuenta a Ochmann con Ana Serradilla, para su filme de estreno el próximo noviembre, A todas partes, es categórico al decir: “Él es el mejor compañero que cualquier actor, actriz o director podría tener en el set, es un ejemplo de humildad y profesionalismo, lo quiero como a un hermano”. Cuando le pregunto a Mauricio Ochmann a qué le atribuye el hecho de que la gente lo quiera tanto, lo busque cuando sus proyectos están en cartelera o lo detenga en la calle para pedirle un autógrafo o una foto con el cariño que lo hacen, cree que se debe al proceso de vaciar siempre su pasión por su trabajo como actor. Está convencido de que es algo que la gente nota y reconoce con alegría.
Este 2022, después de filmar incluso durante los años de encierro por la pandemia, Mauricio Ochmann también enfatizó la producción cinematográfica desde su propia productora, Onírica Films, con la cual realizó su primera coproducción, Amigos hasta la muerte, filmada en España. En ella aparecerá como un mexicano que hace amistad con dos españoles que deben pasar de la nostalgia a ser solidarios con sus presentes. Es dirigido por Javier Veiga y comparte créditos con Martha Hazas y Fele Martínez. A este proyecto se le suma Reviviendo la Navidad, bajo la dirección de Mark Alazraki, película que se estrenará en diciembre y en la cual Mauricio estará atrapado en una eterna Nochebuena con la actriz Ana Brenda, con la meta de una moraleja sobre la unión familiar. Recordamos cómo en A todas partes, proyecto que protagonizó para Netflix, basada en una cinta alemana llamada 25 kilómetros, le encantó que Ana Serradilla y el hicieron el papel de unos hermanos distanciados que debían conducir cada quien su motocicleta en un viaje entre San Miguel de Allende y Acapulco. “Amo andar en motocicleta, la considero una ‘terapia del viento’. El otro día, cuando llegué de viaje, dije: ‘Voy a subirme a la moto e iré a The Matador beach, que está precioso’. Entonces tomé el Pacific Coast Highway, ves al mar de un lado y las montañas del otro. Estás contigo mismo y es como si llevaras un diálogo interno”, recuerda con la mirada encendida. También vendrá, durante 2023, Mamá o papá, para Videocine, acompañado de Silvia Navarro. Mirada al horizonte que el fotógrafo de la sesión, Daniel Poler, atrapó imagen a imagen, contándome como Mauricio Ochmann quiso también pisar descalzo la arena, mientras la tela de algodón no le hacía peso: “El mar juega un papel importante en estas fotos. Para mí el agua y sus olas tienen que ver con el paso del tiempo. La idea de tener a Mauricio enfrente de la orilla, cerca del mar, es una manera de reflejar la historia que el mismo trae consigo”. Imposible en esta playa californiana no voltear a verlo como una estrella del universo latino que no quiere anclarse solo a un país. El movimiento es parte de su vida y hace lógica que su filme favorito sea Rebelde sin causa, protagonizada por James Dean, con quien se conectó emocionalmente tras verla proyectada, sin sospechar que su nombre un día estaría algún día en una cinta con otro icono masculino, Kevin Costner de Message in a bottle (1999). Así que le pregunto, mientras alzamos la vista sobre las mesas y el olor al Pacífico nos llega: ¿piensas que estos años tras tu rehabilitación son tu propio mensaje en la botella cuando a lo mejor dudabas de tu futuro? “Te voy a decir qué he encontrado. Siento que infancia no es destino. Siento que las decisiones que vamos tomando en la vida son las que te forjan, las que te van haciendo la persona que eres hoy. Me siento afortunado de tener dos vidas en una. Si me escribiera un mensaje en la botella, creo que diría: ‘¡Gracias, Mau, por darte la oportunidad de vivir!’. Es lo mejor”. Ya por despedirnos, y comenzando a caminar junto a mí, le pregunto de despedida: ¿Cómo se llama tu primera canción? “Me salió desde el lado del amor propio. Es sobre reencontrarte contigo mismo y la quiero incluir en la primera película que ya escribí y que quiero dirigir, se llama Una vida a tu lado. Y se despide, sonriente, con un gesto sostenido de estar en un momento en el que se siente muy complacido consigo mismo. Créditos de producción: PRODUCCIÓN SLAY5 / JORGE ABARCA Y GLORIA ORTEGA ESTILISMO: HANNA FERRER MAQUILLAJE Y PEINADO: LILLY POLLAN ASISTENTE DE FOTO: CLEMY CLARKE ILUMINACIÓN: EDEN AABODI AGRADECIMIENTOS: YONI KEYNAN Y PAULINA MONDRAGÓN
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