‘Pepsi, ¿dónde está mi avión?': la historia real del documental de Netflix que no te puedes perder

pepsi dónde está mi avión

Pepsi, ¿dónde está mi avión?, que ya puedes ver en Netflix, es una docuserie tan disparatada como su título indica. Lo cierto es que antes de verla, e incluso mientras la estás viendo, te puede surgir la duda de si es una historia real o se lo están inventando todo, porque seamos sinceros, es complicado que algo tan rematadamente absurdo pudiera suceder en la vida real.


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Por: Gustavo Higueruela Pero, queridos lectores, Estados Unidos es conocido por ser la tierra de la libertad y de las oportunidades, y aunque suene a ciencia ficción, la historia de Pepsi, ¿dónde está mi avión? es completamente real. Durante cuatro capítulos se nos narra la batalla legal de John Leonard con la célebre compañía de refrescos para hacerse con un avión militar. Durante la década de los 90 se vivió una cruenta “guerra de los refrescos de cola” entre Pepsi y la todopoderosa Coca-Cola. La gran ventaja de Pepsi, como se nos cuenta en la docuserie, era la publicidad y los rostros famosos que pasaban por su anuncios. Pues bien, en un momento dado puso en marcha un programa de fidelización llamado Pepsi Stuff que permitía a los consumidores acumular puntos Pepsi, que podían canjear por una serie de premios, desde gorras, pasando por chaquetas o bicicletas. Estos puntos se conseguían comprando las bebidas de Pepsi y guardando las etiquetas. Cuanto más se bebía, mejores eran las recompensas. Y aquí es donde saltaba la liebre, ya que al final del anuncio se veía a un chico vestido con una camiseta de la marca de refrescos que llegaba a su escuela en un caza Harrier, y debajo decían: “Caza Harrier. 7.000.000 de puntos Pepsi”. Sin letra pequeña ni nada que indicara que todo se trataba de un recurso humorístico. Mientras que el 99,99 por ciento de la audiencia supuso que se trataba de una broma, un joven llamado John Leonard vio la oportunidad y se propuso conseguir los siete millones de puntos para llevarse a casa un Harrier. La aventura no iba a ser sencilla, ya que para conseguirlos necesitaba más de cuatro millones de dólares, algo que no tenía... pero el Harrier estaba valorado entre 30 y 35 millones de dólares, por lo que se puso manos a la obra para hacerse con él aunque pareciese un imposible.

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Cuando los consiguió, tras un modelo de negocio impecable, la ayuda de un buen amigo con posibilidades y otro error de Pepsi que permitía comprar los puntos que faltaran (algo que rebajaba el precio de compra a unos 700.000 dólares), trató de canjearlos por el avión anunciado, pero Pepsi se negó. Entonces comenzó el caso judicial que se conoció popularmente como el “Caso de los Puntos Pepsi”. ¿Verdad que suena descabellado? Pues lo cierto es que la cosa se complica cuando sabemos que fue Pepsi la que decidió comenzar las acciones legales contra Leonard, que como se cuenta en la docuserie, era un joven universitario en busca de aventuras. Vio el plan de Pepsi Stuff como “una oportunidad legítima para cambiar su vida”, y un medio para cumplir su sueño vivir viajando por el mundo. Mientras trabajaba como guía de montaña hizo amistad con un acaudalado hombre de negocios llamado Todd Hoffman, y tras presentarle su plan de negocio para conseguir esos siete millones de puntos, los dos decidieron enviar un cheque por los siete millones de puntos Pepsi que se mencionaban en el anuncio (como hemos dicho antes, no era necesario recoger todas las etiquetas, ya que los puntos podían comprarse a tan sólo 10 céntimos cada uno). La cuestión es que la marca nunca pensó que alguien se podría plantear comprarse un Harrier o echar las cuentas de cuanto costaría hacerse con él mediante este método de puntos. Por supuesto, también surgieron dudas sobre la posibilidad de que un civil pudiera tener un avión militar de este tipo, pero resulta que sí se podía siempre y cuando le quitaran cualquier armamento y capacidad de ser usado como una aeronave de uso militar. La idea, por tanto, era hacerse con él para alquilarlo para películas o llevarlo a espectáculos aéreos. Al final, Leonard y Hoffman no consiguieron el avión, porque un juez se puso de parte de Pepsi y consideró que esa parte final del anuncio era una broma. De hecho, el propio Leonard, que ahora tiene 48 años, está casado y tiene dos hijos, admite que, como la mayoría de los que recordamos nuestra adolescencia y nuestros 20 años, ve las cosas de forma diferente hoy en día.

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“Mirando hacia atrás, fue oportunista. Absolutamente”, dijo a The Guardian antes del estreno de la docuserie en Netflix. “Pero eso no siempre es algo negativo. Y en aquel entonces pensaba de todo corazón que íbamos a conseguirlo. Lo que me cuesta hoy entender es cómo pude pensar realmente que iba a conseguir el avión. Tengo 48 años y ahora miro hacia atrás y pienso: ¿qué clase de imbécil eras?”.

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