A fines de los años ochenta, el mundo del rock vivía una revolución. En el centro de la tormenta estaban los Guns N’ Roses, una banda nacida en el Sunset Strip de Los Ángeles que, con apenas un par de álbumes, ya era apodada “La Banda Más Peligrosa del Mundo”. Y no, no era un eslogan inventado por la disquera. Con Axl Rose como líder impredecible y Slash como el guitarrista de aura misteriosa, Guns N’ Roses era la mezcla perfecta de talento descomunal, caos, excesos y un magnetismo que hipnotizaba al público... y preocupaba a los organizadores de cada show.
Slash, por entonces, parecía el epítome del rockstar: siempre con una botella al alcance, un cigarro encendido y una guitarra en llamas. Pero a veces, los riesgos no venían en forma de jeringas ni botellas. A veces, eran mucho más cinematográficos. Literalmente.
Use Your Illusion: ambición sin freno
En 1991, mientras el resto de las bandas lanzaban discos, Guns N’ Roses lanzó dos. Use Your Illusion I y Use Your Illusion II eran un manifiesto musical que oscilaba entre el hard rock demoledor y baladas introspectivas con piano y cuerdas orquestales. Era como si Led Zeppelin, Queen y The Rolling Stones hubieran tenido una criatura bastarda y salvaje.
Pero esa ambición tenía un precio. Las tensiones internas eran insostenibles. Los conciertos podían convertirse en campo de batalla si Axl tenía un mal día (spoiler: los tenía seguido), y las giras eran maratones de excesos, egos y genialidad.
Aun así, en medio del caos, nació una de las piezas más majestuosas del rock: “November Rain”, una balada de nueve minutos que terminó convirtiéndose en una especie de ópera trágica hecha videoclip.
“November Rain": más que un videoclip, una superproducción hollywoodense
Cuando Guns N’ Roses decidió llevar “November Rain” a la pantalla, no quería un video... quería una película. Con un presupuesto descomunal, la banda rodó una historia de amor, bodas fastuosas, funerales dramáticos y tormentas bíblicas, todo envuelto en una estética barroca y elegante. Si MTV hubiera tenido Oscar, este video los habría barrido todos.
Y en medio de toda esa parafernalia visual, hay una escena que se quedó grabada a fuego en la retina de millones: Slash saliendo de una iglesia perdida en el desierto para tocar uno de los solos más icónicos del rock, mientras el viento levanta el polvo y el sol cae implacable.
Lo que nadie sabía entonces era que ese momento, tan poético como poderoso, casi termina en tragedia.
El solo de guitarra más peligroso del rock
Slash aceptó grabar la escena sin pensarlo demasiado. Le dijeron: “vas a tocar en el desierto, frente a una iglesia, será épico”. Pero durante la filmación, el director decidió que la toma necesitaba un poco más de dramatismo. ¿Cómo? Con un helicóptero.
Un helicóptero volando a baja altura. Rápido. Rodeándolo.
Mientras las hélices zumbaban como cuchillas y el polvo volaba como metralla, Slash intentaba concentrarse en las notas, sin pensar que, tal vez, estaba a segundos de convertirse en un mártir del rock. “Esto será lo último que haga”, pensó. Y por un momento, lo fue.
La toma, claro, fue espectacular. Mítica. Pero para Slash, fue un salto sin red. Uno más en una carrera que siempre bordeó el abismo.
Cuando el peligro no era solo un videoclip
La grabación de “November Rain” no fue el único momento en que Slash estuvo cerca de la muerte. Durante la gira de Use Your Illusion, tras una noche de excesos en un hotel, colapsó. Lo encontraron inconsciente, sin pulso detectable. Los paramédicos pensaron que era un caso perdido. Solo una inyección de adrenalina —sí, como en Pulp Fiction— logró traerlo de vuelta.
Era 1991. Slash tenía apenas 26 años.
El precio de la gloria
Ser parte de Guns N’ Roses en su mejor momento era como montar un dragón borracho que escupía fuego. Cada recital, cada backstage, cada videoclip era una montaña rusa de emociones, sustancias y genialidad.
Slash sobrevivió. No sin cicatrices. Su imagen —sombrero de copa, gafas oscuras y Gibson Les Paul— se volvió símbolo de una era donde el rock era aún salvaje, visceral, peligroso.
Hoy, ese solo en el desierto sigue siendo una postal inmortal del rock and roll. Pero también, una metáfora perfecta: la belleza sublime de arriesgarlo todo por una nota, una escena, un instante perfecto. Aunque ese instante casi te mate.
Y así, entre solos imposibles y decisiones temerarias, Slash no solo desafió a la muerte. También la sedujo, la miró a los ojos… y siguió tocando.