Era el 10 de abril de 1970 y el mundo recibió un golpe directo al corazón: Paul McCartney anunciaba su primer álbum solista... y, sin querer queriendo, la separación oficial de The Beatles. La noticia sacudió al planeta como un solo de guitarra de Harrison, y con ella nació una pregunta que, hasta hoy, sigue dividiendo pasiones: ¿Quién fue el verdadero culpable del final de la banda más influyente de todos los tiempos?
La respuesta, como era de esperarse, no es tan simple. Como toda buena historia de rock, está llena de egos, rupturas, traiciones, decisiones cuestionables, y sí… también de amor.
¡Ringo fue el primero en decir “me bajo”!
Aunque nadie lo esperaba, el primero en bajarse del tren beatle fue Ringo Starr. En pleno caos del White Album, Ringo sintió que no encajaba, que sus baquetas no tenían ritmo entre tanto desacuerdo. Se tomó unas vacaciones espontáneas, aunque volvió con la promesa de paz… que, spoiler alert, no duraría demasiado.
George Harrison, el Beatle ignorado
Mientras Lennon y McCartney seguían dominando el escenario compositivo, George Harrison se sentía como el tercer wheel del cuarteto. En enero del ’69, en medio de las tensas sesiones de Get Back, Harrison dijo “basta” y abandonó la banda. Había probado el sabor de la libertad musical junto a Bob Dylan y The Band, y no quería seguir siendo una sombra.
“Nos vemos en los clubes”, dijo al irse. Literal.
¿Yoko rompió a los Beatles?
Si hay un nombre que ha cargado con la culpa desde hace décadas, ese es el de Yoko Ono. La relación entre John y Yoko comenzó en 1968 y su presencia constante en el estudio no pasó desapercibida. Pero, como bien dijo Paul en pleno 1969: “Será algo increíble y cómico, como dentro de 50 años, que la gente diga: ‘Se separaron porque Yoko se sentó en un amplificador’”.
El problema no era Yoko, era lo que representaba: un John que ya no estaba tan interesado en ser parte de The Beatles como en ser parte de algo nuevo.
La guerra de los mánagers (y los egos)
Tras la muerte de Brian Epstein, el mánager que mantuvo al grupo en orden, la banda intentó manejar su propia empresa: Apple Corps. Spoiler: fue un desastre financiero.
McCartney quería que el padre de su esposa, Linda, tomara las riendas. Lennon, Harrison y Starr, por otro lado, apostaron por Allen Klein, un tiburón de los negocios. El resultado: una guerra fría entre socios que terminó en demandas y tensiones irreparables.
John Lennon: el primero en decir adiós, el último en anunciarlo
En septiembre de 1969, tras un show en Toronto con su Plastic Ono Band, Lennon regresó a Londres con una idea fija: separarse. Y lo dijo claro en una reunión: “Quiero el divorcio”. Pero para no arruinar el negocio del nuevo contrato discográfico, le pidieron que no lo anunciara.
Y así, McCartney terminó siendo el que llevó la culpa cuando lanzó su álbum solista en 1970 con una nota de prensa que decía que ya no compondría con John. El titular fue inmediato: “PAUL RENUNCIA A LOS BEATLES”.
Lennon, furioso, se vengó en una explosiva entrevista con Rolling Stone donde declaró que los Beatles eran “los cabrones más grandes del mundo”.
El juicio final: McCartney contra… todos
La ruptura fue emocional, pero también legal. En diciembre de 1970, McCartney demandó a los otros tres Beatles para disolver oficialmente la sociedad. Lo hizo no por rencor, sino para proteger sus derechos y su libertad creativa.
El juicio duró años, pero finalmente en 1974, The Beatles, como entidad legal, dejaban de existir. Cuatro hombres. Cuatro carreras solistas. Un legado que ni siquiera ellos pudieron destruir.
¿Hicieron bien en separarse?
Quizás sí. Cada uno floreció a su manera. Harrison encontró su voz en All Things Must Pass, Lennon se volvió crudo y honesto en Plastic Ono Band, Ringo nos dio joyitas pop, y McCartney armó Wings y siguió creando himnos hasta la fecha.
Separarse fue doloroso, sí. Pero también necesario. A veces, hasta las leyendas necesitan un punto final para seguir brillando.