The Witcher: Blood Origin ya está en Netflix desde el pasado día de Navidad. El regalo de la gran N roja a sus espectadores fue esta precuela de The Witcher en formato de cuatro capítulos. Sin embargo, nos ha dejado otro detalle que debemos explorar mejor.
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Por: Rafael Sánchez Casademont The Witcher se presentó en su primera temporada como la apuesta fantástica de Netflix capaz de rivalizar con Game of Thrones. Está claro que no compite ni en la misma liga, aunque la audiencia por ahora le acompaña. En esa primera temporada, como en la serie y en los libros, el sexo fue importante. Tanto el Henry Cavill de Geralt como la Yennefer de Anya Chalotra mostraron carne y pasión. Sin embargo, la segunda temporada de The Witcher dejó atrás las escenas de sexo. Más que una medida consensuada, editorial y narrativa, parecía una forma de quitarse problemas. Ahora las escenas de sexo se miran con lupa, y no precisamente por lo mismo que antes. Cada rodaje de escena de sexo se ha convertido en polémico, y el trabajo de los coordinadores de intimidad ya es imprescindible.
Es evidente que no se pueden repetir presiones de desnudos a las actrices y actores, que muchas veces se ha explotado la exhibición de su cuerpo para subir audiencia sin su total confianza, o colaboración. Que muchas y muchos intérpretes se han visto presionados a enseñar carne al principio de sus carreras, viendo ahora su imagen marcada por desnudos o escenas de sexo de años atrás. Internet, más que nunca, no perdona. Sin embargo, hay formas y formas de hacerlo. Netflix parece haber optado por la peor, y vuelto a las sábanas que acaban el acto a la altura del cuello de los protagonistas. Escenas de sexo con un par de giros totalmente irreales, frías y hasta ridículas. Representaciones infantiles que parecía que habíamos dejado atrás hace décadas en cuanto a producciones de enfoque adulto (y violento). La casa del dragón, con las escenas de sexo de actrices como Sonoya Mizuno o Milly Alcock ha vuelto a demostrar el sexo puede existir con el respeto, el empoderamiento y el buen gusto sin perder pasión y calor. Euphoria, por ejemplo, nos da una de cal y otra de arena. Uno pensaría que al igual que un bailarín profesional no siente vergüenza o reparos en el contacto físico con sus compañeros de profesión, un actor o actriz también estaría entrenado para no sufrir, al menos en exceso con la representación profesional de escenas de cama. Y menos con un coordinador de intimidad y sin desnudos presentes. Sin embargo, entendemos el puritanismo de Netflix (excepto cuando lo ataca como tema central como en 365 Días, obras horribles por otro lado) cuando hasta ese escaso atisbo de pasión es descrito en los tours de prensa como incómodo por sus protagonistas.
Las únicas escenas de sexo de la seria las protagoniza Laurence O’Fuarain como Fjall, primero junto a la Merwyn de Mirren Mack y después junto a la Éile de Sophia Brown. Los tres han hablado con Digital Spy sobre el sexo en la serie. Según Brown: Lizzy Talbot fue nuestra coordinadora de intimidad y fue simplemente brillante. Pero siempre son momentos incómodos. Tienes muchos extraños mirándote mientras te quitas la ropa. Pero la respuesta corta es: sí, son extremadamente incómodos. Nunca se siente natural. Cuando estábamos haciendo algunas de esas escenas de intimidad, habíamos trabajado tan de cerca que me sentí muy cómoda para comunicarle claramente a Laurence lo que necesitaba. Fue similar a la coreografía de lucha, para ser honesta. Nos hicieron sentir mucho en ese mundo. Coreografiamos la escena y luego pudimos agregar nuestro personaje encima, lo mismo que sentí que hicimos en las escenas de lucha. Así que no se sintió muy diferente de eso. Mack, la Reina elfa cuyos aires de grandeza provocan el desastre, también habló de cómo todo se trabajó para que fuese más cómodo. Siempre es un poco extraño cuando conoces a alguien, y realmente no lo conoces, y luego tienes que sentarte encima de él. Tuvimos mucha suerte de contar con la coordinadora de intimidad. Se sentía más como un baile: sentí que sabía cada movimiento que se avecinaba. Así que fue bastante cómodo, lo que realmente no esperaba que fuera. Me fue muy fácil desvestirme un poco; todos en el set hicieron que se sintiera realmente seguro, cómodo y cálido. Ojalá en un futuro averigüen como hacer que las escenas de sexo se sientan cómodas y seguras para los actores sin provocar bostezos en el público.
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