7 cosas que nadie te cuenta sobre ser swinger

Ser swinger no es para todos, pero tampoco es una locura desmedida. Es una forma distinta de vivir la intimidad.

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UNSPLASH

Entrar al mundo swinger puede sonar excitante, misterioso y hasta liberador, especialmente para parejas que buscan romper con la rutina o explorar su sexualidad en conjunto. Pero más allá de las imágenes estereotipadas y los mitos, existen realidades que rara vez se cuentan y que pueden marcar la diferencia entre una experiencia enriquecedora y una decepción total.

Si estás pensando en probar este estilo de vida o simplemente te genera curiosidad, aquí tienes 7 cosas que nadie te cuenta sobre ser swinger, pero que necesitas saber antes de dar el salto.

1. La comunicación de pareja lo es TODO

Antes de pensar en camas compartidas o encuentros sexuales, el primer filtro —y el más importante— es el diálogo profundo y sincero con tu pareja. Muchos creen que ser swinger es una manera rápida de “arreglar” relaciones apagadas, pero si hay inseguridades no resueltas o problemas de confianza, el mundo swinger solo los va a intensificar.

Ser swinger no arregla relaciones rotas. Las pone a prueba.

2. Los celos no desaparecen: se gestionan

Uno de los grandes mitos es que las personas swinger no sienten celos. Falso. Los celos aparecen, pero se trabajan, se reconocen y se conversan. Parte del crecimiento dentro del ambiente es aprender a identificar por qué sientes lo que sientes, y cómo manejarlo en pareja.

3. No todo es sexo

Aunque la parte sexual es importante, el mundo swinger también tiene una fuerte carga social. Muchas veces, los encuentros comienzan con cenas, fiestas, conversaciones y conexiones emocionales. En algunos casos, se desarrollan amistades reales (con o sin sexo de por medio). Si solo estás buscando sexo sin interacción, puede que no encuentres lo que esperas.

4. Los “no” son tan importantes como los “sí”

En este ambiente, el consentimiento es sagrado. No importa cuán atractiva sea la situación: si no hay un “sí” claro y entusiasta, no hay trato. Además, cada pareja tiene sus propias reglas, límites y ritmos. El respeto mutuo es la base del juego.

5. Hay más reglas de las que imaginas

Cada pareja llega con su propio “manual”: qué se permite, qué no, qué pasa si alguien se siente incómodo, si se detiene el encuentro a la mitad, si solo se permiten besos, si hay sexo solo con presencia del otro, etc. Estas reglas se acuerdan con antelación y cambian de pareja a pareja. Ser swinger requiere claridad, acuerdos y cero improvisación emocional.

6. El ambiente no es tan glamuroso como en las películas

Olvida los clichés hollywoodenses: no todo es lujo, cuerpos esculturales y orgías interminables. La comunidad swinger es muy diversa: hay personas de todas las edades, tipos de cuerpo y estilos de vida. Sí, hay lugares muy exclusivos, pero también hay encuentros más relajados y naturales.

Aquí, la conexión vale más que la apariencia.

7. Es posible que descubras cosas nuevas sobre ti… para bien o para mal

Explorar este mundo puede abrir puertas inesperadas: fantasías, inseguridades, deseos, miedos. Hay quienes se descubren más abiertos, más seguros, más honestos; y otros que se dan cuenta de que no era lo que pensaban. Ambas experiencias son válidas. Lo importante es tener la madurez para aceptar lo que surja y actuar con responsabilidad emocional.

¿Vale la pena?

Solo tú (y tu pareja) pueden decidirlo. Ser swinger no es para todos, pero tampoco es una locura desmedida. Es una forma distinta de vivir la intimidad, basada en acuerdos claros, respeto mutuo y mucha comunicación. Si te animas, hazlo sin expectativas irreales y con una mente abierta. Y si no es para ti, no pasa nada.

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